A lo largo de la humanidad, hemos construido un sistema de pensamiento alimentado por la culpa. Este se ha vuelto un espiral que nos entierra en gran limitación para nuestra evolución, tanto personal como colectiva.

Lo hacemos porque el ego (el sistema de pensamiento basado en el miedo y la limitación) causa sufrimiento en nosotros, y creemos que la manera de deshacernos de nuestras dolencias consiste en colocar nuestros juicios en otros. Así, creamos un círculo vicioso, del cual es difícil salir si no reconocemos que lo que debemos hacer, es limpiar en nosotros estas conversaciones decadentes, que no nos llevan a buen puerto.
En esta confusión pensamos que son otros a quienes debemos atacar, y no nos damos cuenta de que lo que juzgamos de ellos, es lo que apunta a lo que debemos transformar, por medio de nuestros pensamientos limitantes. Como una ilusión óptica, vemos fuera de nosotros todo aquello que no soltamos en nuestro interior. Pero lo cierto es que la culpa no existe fuera de nosotros, ni en el universo, sino que es creada por los pensamientos y las creencias heredadas y no cuestionadas.

La culpa es utilizada en nuestra sociedad como un método de manipulación y castigo, y se manifiesta en una variedad de expresiones, como remordimiento, auto-recriminación, comportamientos destructivos y victimización, que se vuelven crónicos y poco funcionales.
Al no transformar la culpa, la proyectamos de manera constante en nuestras relaciones, y en todas las áreas de nuestra vida.
La culpa es una de las defensas más efectivas y fuertes del ego. Al sentirnos culpables, estamos constantemente resistiéndonos a la paz. Nos alejamos del amor si dentro de nosotros propagamos un sentimiento de culpa, que es una sensación atada al pasado (a una historia), que nos mantiene fuera del presente. Es un símbolo de ataque, contra nosotros y al amor siempre presente, que sólo tiene sentido para el ego.
Pero es imprescindible que ahora comprendamos que, ni el miedo mental, ni el enojo, ni la culpa, ni la vergüenza, son productivas. Lo importante es tomar responsabilidad, perdonar y enfocarnos en soluciones reales. Nosotros le damos una vida aparentemente real a culpar y creemos que esto es necesario para pagar un tipo de penitencia.
Sentimos culpa para pensar que estamos en control. Esto al querer tener la razón y sentirnos capaces de lidiar y organizar nuestros pensamientos para “entender y corregir la vida y a otros”. Por lo tanto, nos vemos obligados a obedecer el dictado de culparnos y culpar a otros como un buen pupilo, porque esto nos ha enseñado la sociedad.

Saca estos pensamientos y ponlos en papel…
A lo mejor también tienes pensamientos como:
- “Si a los 45 no has emprendido, ya vas tarde…”
- “Si no trabajas de lunes a viernes ¿cómo vas a ser alguien en la vida?”
- “Decidir cerrar una empresa es de mediocres…”
Y así existen innumerables conversaciones que refuerzan la culpa en la sociedad. En nuestra vida, se presentan diferentes experiencias que nos dan la oportunidad de evolucionar si nos salimos de este pegajoso comportamiento, que solo nos invita a culpar.
Si en este momento sientes culpa por alguna situación en particular, te invito a tomar una sesión del Proceso MMK. Con una sesión puedes identificar pensamientos, creencias o declaraciones que te llevan actualmente a vivir así. Te dejo el link aquí para que te comuniques con nosotros.