Hace varios años mi hijo Patricio, en ese momento de nueve años, jugaba con su papá fútbol americano. Mi hijo, en un acto impulsivo de quitarle la pelota, sin querer le pegó en sus partes nobles. “Uyyyyy”, gritó el papá molesto. Patricio, al darse cuenta de que lo había lastimado, lloró, sintiendo culpa y preocupación.
El papá, tirado en el piso, se quejó unos minutos. Después se levantó y tuvo que irse a una junta de trabajo. Patricio se sentía fatal, no dejaba de llorar y quería explicarme que el golpe no había sido intencional. La culpa junto con un gran remordimiento lo tenían dominado.
Fue interesante ver cómo funciona la mente: en medio de su llanto, le dije que su papá estaba bien, que lo dejara ir; pero no podía, su mente seguía pensando en lo que había sucedido y esto le daba cabida a la culpa que lo mantenía gobernado.
Le dije que íbamos a hablar sobre el oso de peluche que tenía en su recámara.
—¿Cuántos años tiene tu oso?
—Cinco.
—¿Es hombre o mujer?
—Hombre… —Después de unos minutos, su mente distraída soltó la emoción y dejó de llorar; pero cuando paramos de hablar del oso, se acordó del suceso, y el sufrimiento se apoderó de él con la misma fuerza…
—¿Qué te hace sufrir? ¿Lo que pasó o lo que piensas de lo que pasó?
—Lo que pienso.
—Entonces si hablamos del oso ya no sufres y si piensas en lo que pasó vuelves a estar mal —así es la mente, puede sostener un pensamiento a la vez.
Una emoción es un sentimiento que perdura cuando nace de una reacción hacia algún hecho experimentado desde la interpretación mental. La emoción se vuelve la respuesta constante del cuerpo sobre un pensamiento a través de conceptos mentales (bueno, malo, mejor, peor, etcétera).
Las emociones que tienen que ver con culpa o miedo provocan que la película de la mente no pare. Por eso, cuando Patricio reconoció que la mente lo hacía sufrir y que podía elegir en qué enfocarla, entendió el origen del sufrimiento y eligió, por fin, dejarlo ir.
Cuando vivimos a merced de nuestros pensamientos, experimentamos lo que se llama veneno emocional. De esta forma, el cuerpo responde a un pensamiento reactivo que aparece como verdad: el corazón se acelera, suelta adrenalina y el sistema nervioso se pone en estado de alerta.
Toda esta energía se encierra y no tiene escapatoria; parte de ella regresa a la mente, crea más estrés mental, y el sobrante se distribuye en el resto del cuerpo en forma de energía tóxica que interfiere con la armonía, el equilibrio y la salud (una manera de liberarnos de esta energía es la yoga, la meditación o cualquier práctica que nos lleve a ver la vida desde una perspectiva más amplia).
El objetivo es romper estos patrones a nivel biológico, para conquistar la posibilidad de ser felices.
Para esto es importante madurar el cuerpo emocional con el objetivo de no ser regido por dichas reacciones. Lo que se pretende lograr es lo que se conoce como inteligencia emocional. Ésta permite el bienestar psicológico y la buena salud física, desarrollar entusiasmo y motivación, y tener mejores relaciones, tanto profesionales como personales.
Si reconoces en ti estos ciclos, el Proceso MMK puede ser de gran ayuda. Te dejo esta página donde puedes conocer un poco más del proceso, herramientas y estudios, y si te surgen dudas, comunícate con nosotros, con gusto te apoyamos.